Thursday, January 6, 2011

Impuesto Republik

Por Julio Espinosa

Tengo la suerte de tener una ventana en mi puesto de trabajo. Si bien es continuo el barullo de la calle, también lo es aquella vista refrescante hacia el parque La Carolina; un emblemático espacio verde dentro del humoso norte de Quito. No obstante, La Carolina, también es guarida de un sinnúmero de ladronzuelos, delincuentes que se comportan de una forma muy parecida al fisco. Así es, trabajan para quitar lo que le pertenece a otros, con o sin el consentimiento de éstos últimos.

Hablando de tributación, dentro del gobierno se discute actualmente la restitución del impuesto a medicamentos y a las llamadas de telefonía celular; otra medida revolucionaria en tiempos de cólera. Bien puede desarrollarse un debate técnico e ideológico sobre este asunto, pero lo que es cierto y nadie puede refutar es que el ecuatoriano ha vivido ahogado de impuestos incluso desde la época en dónde aún constábamos como provincias del imperio español.

Y es que estamos convencidos de que el constante aumento de impuestos a largo plazo (¿un año? ¿Cinco años? ¿Treinta años? ¿Cien años?) nos conllevará a vivir en una sociedad más justa. Me pregunto si en 200 años de cultura impositiva agresiva hemos logrado construir si quiera los cimientos de una sociedad justa, o del súmak kawsay, utilizando el léxico de moda. Posiblemente ahora sí. Era solamente de esperar a que los socialistas del siglo XXI lleguen al poder y ¡“zas”!

No quiero siquiera discutir sobre los efectos negativos o positivos de este nuevo reglamento tributario, sin embargo apenas revisando brevemente el tema no logro comprender en qué puede mejorar la calidad de vida de los ecuatorianos si subimos los precios de las medicinas.

Desde 2007 hemos tenido que soportar tres macro reformas tributarias y el flamante Código de Producción nos confunde con un “tire y afloja” de incentivos y restricciones para finalmente llevarnos al punto de partida, pero no de este gobierno sino del pensamiento económico latinoamericano de la década de los cincuentas.

No obstante, el peor de los impuestos consta en aquel que nos cae en cualquier momento y que a veces cobra con tasas que ni se mide con porcentajes sino con la vida, al mejor estilo feudal. No se trata de una versión brutal y medieval de Sir C. Marx Carrasco, sino del reino de la delincuencia, la misma que cada año nos vuelve un poco más pobres a los ecuatorianos y que no amenaza con una lista blanca sino con arma en mano. En fin, tenemos un aparataje del estado que busca sacarnos dinero de las formas más creativas y agresivas “legitimándose” en el discurso del buen vivir, y por otro lado vivimos en el reino de los criminales. Dos sistemas impuestos a la fuerza que nos desvalijan como a Chevrolet del año 2003.

Imagínese usted, cada año somos más pobres el instante que compramos una botella de licor importado (a no ser que sea domingo, ahí sí somos completamente indigentes), y parece que desde ahora también cuando nos duela la cabeza del chuchaqui y queramos comprar un analgésico. Asimismo somos más pobres cuando compramos un automóvil nuevo (que además consume menos combustible subvencionado) y también cuando estacionamos nuestro flamante bólido y los cobradores del fisco callejero ven en nuestros retrovisores su propia inversión social.

Para este 2011, eso sí, antes que nada les deseo un año con menos impuestos.

Monday, January 3, 2011

Entre la delincuencia y un mensaje navideño de 1957

Por Julio Espinosa

La presidenta de la Corte Superior de Justicia de Guayaquil, María Leonor Jiménez ha expresado su frustración frente a la avalancha delincuencial que sobrevive el Ecuador declarando que lamentablemente no existe reforma legal alguna que frene nuestra descomposición social. “No hay ley dura que sea, no hay pena grave que se imponga que cambie a la gente, porque es la gente la que ha cambiado penosamente hacia el mal… Nuestra sociedad se ha deteriorado tanto”. Y es que en esta declaración que en primera instancia se refiere al crimen callejero (robos, asesinatos, violaciones, secuestros) no queda mal aplicándola a nuestro pudrimiento social en mayores niveles.

Por otro lado, un video navideño de 1957 de Isabel II del Reino Unido se convirtió en un éxito de YouTube con cerca de 1,2 millones de visitas en dónde la joven reina hace un llamado a la decencia moral que a los “nuevos” tiempos les hace falta y a la resistencia contra la corrupción “sutil” de los cínicos modernos. “Hoy necesitamos un tipo especial de valentía, no del que se necesita en el campo de batalla, sino la valentía que nos hace defender lo que sabemos que es lo correcto” (YouTube: The Christmas Broadcast, 1957). Es curioso como las preocupaciones de las sociedades se repiten con el tiempo y en distintos lugares. No obstante, existe una realidad que conecta al discurso de la Reina de Gran Bretaña con la de la presidenta de la Corte Superior de Justicia de Guayaquil y es que sí, existe un deterioro moral profundo dentro de las conciencias de los ecuatorianos.

Si bien el mensaje de Isabel II carga un contenido religioso (navideño), aquella moral a la que ella se refiere va más allá de nuestra riqueza o carencia de Fe mística. Luchar por lo que sabemos que es lo correcto no es franquicia de ninguna religión, y el elevado número de creyentes en el Ecuador y América Latina, que incluso festejan sus respectivos rituales con mucha rigidez, es evidencia empírica de que la religión en absoluto garantiza la decencia social y la honestidad individual.

La señora Jiménez probablemente quiso también referirse a aquel deterioro social en donde hemos perdido nuestras costumbres de defender lo correcto o de“Stand up for everything that we know is right”, como dice el mensaje real de 1957 que en español literal significaría algo como “ponerse de pie” o “defender enérgicamente” todas aquellas cosas que sabemos en nuestras conciencias que son correctas, éticas y no venderlas por nada.

Vivimos en el Ecuador, además, la proliferación de la cultura del cinismo, como bien lo menciona la Reina de Gran Bretaña hace más de 50 años, en donde ni siquiera nos avergonzamos en admitir nuestras indecencias, sino que las defendemos abiertamente buscando cualquier argumento para justificarlas. O en nombre del bien de nuestras familias, o de no perder un puesto o una prebenda, o en nombre del pueblo y de otras causas políticas, justificamos o aceptamos nuestras malas costumbres de fomentar la tradición de las coimas y los mercados negros de “cachinerías”, la compra de conciencias, la evasión de impuestos, o el uso indebido del erario público.

Incluso quienes tenemos amigos que trabajan directamente con el gobierno muchas veces vemos como defienden, o al menos aceptan, las fechorías del mismo en nombre de la mantención del poder (lógicamente en un país tan frágil), de que “así es la política” o en nombre de alguna otra causa cuando son en las actitudes más que en el papel y el discurso que Ecuador necesita reflexionar sobre qué es lo correcto.

Mientras tanto para salvarnos de la inseguridad y la corrupción nuestros legisladores continúan escribiendo leyes y el gobierno emitiendo decretos, como si aun no hubiésemos tenido suficientes.