Es muy común escuchar que, gracias a la globalización, se está perdiendo nuestra identidad. Tampoco es raro escuchar que firmas internacionales tales como McDonalds, MTv y Nike atentan constantemente contra nuestras raíces y nos quieren volver dependientes de ellos. Es más, existe dentro de nuestra constitución un capítulo entero que delega al estado el deber de preservar y fomentar la cultura de las comunidades indígenas y afroecuatorianas. La otra opción sería encerrarnos en nuestro país, echar a los extranjeros afuera y mantener nuestra cultura intacta; no hacen falta ONGs y grupos de la sociedad civil en Europa y Norteamérica que luchan por estos ideales. Parecería que lo hacen para sus turistas puedan vacacionar en América Latina y encontrar una romántica sociedad intacta, exótica y subdesarrollada.
¿Pero quién decide qué es realmente nuestro y autóctono? ¿La CONAIE? ¿La casa de la cultura? ¿El presidente Correa? ¿Usted? ¿Yo? Nadie se puede reservar el derecho de tal cosa. Pensar que los ecuatorianos, por haber nacido en un lugar específico del mundo, deben adoptar costumbres y comportamientos subjetivamente preestablecidos es inaceptable. La lucha por la identidad colectiva es una lucha arrogante que atenta contra la libertad individual de escoger. Cada uno de nosotros, seamos de donde sea o del color que sea, deberíamos tener el derecho de elegir qué es lo mejor para nosotros mismos. Por eso la identidad debe nacer libremente del individuo y no arbitrariamente del colectivo. Si muchos de nuestros indígenas y afroecuatorianos han preservado mucha de su cultura lo han hecho por su iniciativa propia y no porque un estado intervencionista lo ha decidido.
Además, por abrir nuestras fronteras a extrañas culturas lejanas no vamos a parar de consumir los productos de nuestra tierra. Bien podemos observar que en la España globalizada los españoles no han parado de comer su jamón serrano y beber su buen vino. Tampoco los italianos globalizados han renunciado a su pasta ni a su risotto. Lo mismo ocurre en México, donde después de haber firmado del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (1993) con Estados Unidos y Canadá, no han perdido sus burritos ni su tequila, y peor aún sus mariachis. Así ha ocurrido en numerosas ocasiones donde la lucha por el desarrollo ha vencido a ciertos nacionalismos estériles que predican el miedo por la pérdida de identidad. Veo muy difícil que los ecuatorianos paremos de consumir nuestros deliciosos cebiches de camarón, los llapingachos, las empanaditas de verde y nos olvidemos de la excelente música del guayaquileño Julio Jaramillo solamente porque permitimos a extranjeros a libremente invertir, hacer dinero y dar empleo en nuestras tierras.
He creado este blog para compartir algunas de mis experiencias y pensamientos. Sueño algún día en construir, junto con el resto de ecuatorianos, los cimientos de una sociedad tolerante, un Estado liberal y un mercado que brinde oportunidades a todos. Invito a cualquier persona a comentar, criticar, sugerir y a construir.
Wednesday, June 27, 2007
Tuesday, June 19, 2007
Ensayo sobre la soberanía
La independencia y soberanía han sido los gritos de batalla para un sinnúmero de revolucionarios y dirigentes políticos a través de la historia latinoamericana. Sin embargo, pocas veces pensamos en qué realmente significan estos términos. Talvez todo pueblo digno debe ser soberano, pero ¿cuáles son las implicaciones que esto tiene? Es inútil desear que el estado sea completamente soberano porque no trae las mejores condiciones para los ciudadanos. Si bien antiguamente se pensaba que la soberanía debía medirse por la fuerza del estado sobre el territorio de un país, esto no necesariamente produce los resultados más eficientes. Tampoco se puede pretender ser un pueblo totalmente independiente de otras naciones porque no es práctico para el bien estar económico. Finalmente, en teoría la plena soberanía implicaría, además, estar en continuo estado de tensión con países vecinos.
Tradicionalmente la soberanía se medía en la capacidad del estado en aplicar su fuerza dentro de un territorio determinado; en la actualidad este concepto es obsoleto. Los ecuatorianos lo manifestamos cuando algunos dirigentes políticos satanizan la privatización de los monopolios estatales, por ejemplo, o cuando se nacionalizó las instalaciones de la compañía petrolera Occidental Petroleum Corporation en el año 2006. Miles de personas vieron esto como un acto de valentía y soberanía frente a la inversión extranjera. La verdad es que no somos más soberanos que antes porque el estado no es la fuente de soberanía del pueblo; esta es una aberración de carácter comunista. Las instituciones públicas son la mayor fuente de corrupción e ineficiencia en el país y por esto no podemos decir que el pueblo es soberano a través del estado. Los únicos soberanos son los funcionarios y los políticos de turno que controlan estas instituciones. Por esto no debemos concebir a la soberanía como algo positivo que se manifiesta a través del poder del estado.
Soberanía no significa ser completamente independiente. De la misma manera que los seres humanos necesitamos de otros seres para poder vivir, compartir, intercambiar y protegernos, los estados no pueden pretender ser auto-suficientes. Cientos de manifestantes latinoamericanos salen a las calles con banderas y boinas para expresar su rechazo cuando sus gobernantes pretenden consolidar acuerdos comerciales con otros países. Argumentan que al negociar con otro estado, estamos perdiendo nuestra soberanía, y en especial cuando se trata de un país rico. Puede que el poder absoluto del estado se encuentre amenazado frente a las relaciones con otros estados, sin embargo esto en verdad es favorable porque limita la imprudencia de los gobernantes; dos democracias económicamente interdependientes nunca han entrado en guerra, por ejemplo. De esta forma los países pueden explotar sus ventajas comparativas en vez de intentar forjar una industria planificada con resultados mediocres. De la misma forma que una sola persona no puede ser doctor, ingeniero, músico, agricultor, banquero, abogado y arquitecto al mismo tiempo, un solo estado no puede pretender tener la capacidad de producir absolutamente todo lo que los ciudadanos demandan. Además de que el estado no puede representar la voluntad de millones de individuos, este es incapaz de mantener a los ciudadanos y a sí mismo siendo totalmente independiente de la comunidad internacional.
Dentro de las relaciones internacionales, el pretender ser absolutamente soberano es casi imposible y requiere de un constante estado de guerra con otras naciones. Para que un estado sea completamente independiente no debe respetar tratados y convenios internacionales, por que estos pueden atentar contra la voluntad de los gobernantes según Hobbes (1651). En este sentido, cualquier acto bélico contra alguien más esta perfectamente justificado en nombre de la soberanía. Afortunadamente, en la actualidad se ha limitado la soberanía absoluta de los estados a través de tratados comerciales e instituciones internacionales de derechos humanos. La Unión Europea es un ejemplo de cómo un conjunto de veinticinco países han aprendido, a través de la unión aduanera y una moneda común, a auto limitarse y a compartir su soberanía para el bien de los ciudadanos (Evans 505). La soberanía completa es altamente peligrosa para la paz mundial.
Puede sonar muy patriota e idealista cuando los dirigentes políticos utilizan conceptos como la soberanía y la independencia en sus discursos, no obstante debemos reflexionar profundamente en sus palabras y descubrir cuáles son en verdad sus intenciones. Entregar al estado y a sus funcionarios la potestad para controlar la economía y sociedad en nombre de la soberanía es enormemente perjudicial para el desarrollo sano de un país.
Tradicionalmente la soberanía se medía en la capacidad del estado en aplicar su fuerza dentro de un territorio determinado; en la actualidad este concepto es obsoleto. Los ecuatorianos lo manifestamos cuando algunos dirigentes políticos satanizan la privatización de los monopolios estatales, por ejemplo, o cuando se nacionalizó las instalaciones de la compañía petrolera Occidental Petroleum Corporation en el año 2006. Miles de personas vieron esto como un acto de valentía y soberanía frente a la inversión extranjera. La verdad es que no somos más soberanos que antes porque el estado no es la fuente de soberanía del pueblo; esta es una aberración de carácter comunista. Las instituciones públicas son la mayor fuente de corrupción e ineficiencia en el país y por esto no podemos decir que el pueblo es soberano a través del estado. Los únicos soberanos son los funcionarios y los políticos de turno que controlan estas instituciones. Por esto no debemos concebir a la soberanía como algo positivo que se manifiesta a través del poder del estado.
Soberanía no significa ser completamente independiente. De la misma manera que los seres humanos necesitamos de otros seres para poder vivir, compartir, intercambiar y protegernos, los estados no pueden pretender ser auto-suficientes. Cientos de manifestantes latinoamericanos salen a las calles con banderas y boinas para expresar su rechazo cuando sus gobernantes pretenden consolidar acuerdos comerciales con otros países. Argumentan que al negociar con otro estado, estamos perdiendo nuestra soberanía, y en especial cuando se trata de un país rico. Puede que el poder absoluto del estado se encuentre amenazado frente a las relaciones con otros estados, sin embargo esto en verdad es favorable porque limita la imprudencia de los gobernantes; dos democracias económicamente interdependientes nunca han entrado en guerra, por ejemplo. De esta forma los países pueden explotar sus ventajas comparativas en vez de intentar forjar una industria planificada con resultados mediocres. De la misma forma que una sola persona no puede ser doctor, ingeniero, músico, agricultor, banquero, abogado y arquitecto al mismo tiempo, un solo estado no puede pretender tener la capacidad de producir absolutamente todo lo que los ciudadanos demandan. Además de que el estado no puede representar la voluntad de millones de individuos, este es incapaz de mantener a los ciudadanos y a sí mismo siendo totalmente independiente de la comunidad internacional.
Dentro de las relaciones internacionales, el pretender ser absolutamente soberano es casi imposible y requiere de un constante estado de guerra con otras naciones. Para que un estado sea completamente independiente no debe respetar tratados y convenios internacionales, por que estos pueden atentar contra la voluntad de los gobernantes según Hobbes (1651). En este sentido, cualquier acto bélico contra alguien más esta perfectamente justificado en nombre de la soberanía. Afortunadamente, en la actualidad se ha limitado la soberanía absoluta de los estados a través de tratados comerciales e instituciones internacionales de derechos humanos. La Unión Europea es un ejemplo de cómo un conjunto de veinticinco países han aprendido, a través de la unión aduanera y una moneda común, a auto limitarse y a compartir su soberanía para el bien de los ciudadanos (Evans 505). La soberanía completa es altamente peligrosa para la paz mundial.
Puede sonar muy patriota e idealista cuando los dirigentes políticos utilizan conceptos como la soberanía y la independencia en sus discursos, no obstante debemos reflexionar profundamente en sus palabras y descubrir cuáles son en verdad sus intenciones. Entregar al estado y a sus funcionarios la potestad para controlar la economía y sociedad en nombre de la soberanía es enormemente perjudicial para el desarrollo sano de un país.
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