Thursday, August 30, 2007

Solidaridad perversa

No cabe duda que la palabra “solidaridad” está de moda en el Ecuador. Muchas de las campañas actuales prometen nuevos sistemas específicamente solidarios, incluyentes y soberanos, y lo hacen en nombre de la voluntad popular. Pero son valores muy relativos y pueden tener diferentes significados. ¿Qué es exactamente lo que se propone?

Soberanía y defensa de los recursos naturales: Suena como una excelente idea, pero lo único que quiere decir es que el Estado se reserva el derecho (porque tiene el poder para hacerlo) de ser el exclusivo explotador de los recursos naturales en todo el país. Obviamente esto se lo hace en nombre del pueblo, porque siendo el petróleo, por ejemplo, un producto tan rentable en el mercado internacional, el Estado Benefactor en teoría utiliza esas ganancias para ayudar a los más necesitados. El petróleo ya es por decreto constitucional pertenencia del Estado y Petroecuador es de las institución más corruptas de todo el país (vale recalcar que también consta de funcionarios honestos, pero lamentablemente parecen escasear). El Estado ecuatoriano es grande, corrupto e ineficiente, y necesita del las utilidades de los recursos naturales para su propia supervivencia. En papel es generador de riqueza e igualdad y en la práctica es un monopolio generador de privilegios, corrupción y burocratización. Si en la Asamblea Constituyente se opta por este camino, solamente pido recibir en la puerta de mi casa el cheque con mi parte de las utilidades todos los meses. Seamos coherentes: en nombre de la soberanía y defensa de los recursos naturales ante ambiciones privadas y capitalistas no se debería pasar la propiedad del petróleo a las manos de unos pocos funcionarios públicos.

Economía social, justa y solidaria: Talvez el mayor enigma dentro de este cóctel solidario. Pretende cambiar la economía social de mercado por una que garantice mayores oportunidades para los más pobres. ¿Cómo hacerlo? Aún se desconoce la receta completa, no obstante muchos candidatos que defienden esta posición han hablado de fijación de precios, tasas, subida de aranceles, más impuestos a los ricos, utilización de la política monetaria (la maquina de imprimir billetes), y el aumento del gasto público para reactivar artificialmente la producción; la burbuja inflacionaria que tanto nos gusta a los latinoamericanos. Muy parecido a las políticas predicadas por la Comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas (CEPAL) hace cincuenta años y muy bien aplicadas por nosotros (ya hemos cosechado los resultados). Además me pregunto si a un pequeño productor o a una empresa le gustaría que el gobierno le ordene a vender sus productos a un determinado precio. Es sin duda fácil hablar cuando no están en juego las pertenencias y el negocio de uno, sino las del vecino (claro, muy solidario). ¿Y cómo estas políticas ayudarían a los más necesitados? Pese a que esta tendencia nunca ha ayudado a nadie más que a la expansión del Estado y su ineficiencia, los candidatos que proponen esto piensan que justamente ellos sí lo van a lograr. Más allá de eso y del caos político en Venezuela y Bolivia (que últimamente han optado por esta vía), se desconocen los detalles y resultados.

No hay nada más perverso que forzar una supuesta fraternidad entre los ciudadanos de un país a través de la coerción de un Estado altamente burocratizado y corrupto. También debemos entender que a través de la retórica y los decretos “solidarios” no se erradica la pobreza. Para crear riqueza se necesita libertad económica para los ecuatorianos, y si a esta se la entorpece, no habrá ni un centavo para ayudar a los que realmente necesitan.

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