Por Julio Espinosa
Es realmente sorprendente ver cómo la comunidad internacional condena tan energéticamente al proceso recién observado en Honduras. Es verdad que se evidenció una escalofriante ruptura del debido proceso en este país; no es de más resaltar la audacia con la que echó al ex presidente Zelaya el domingo por la mañana del país aún en sus pijamas. Sin embargo también es verdad que han ocurrido cosas similares y peores recientemente en otros sitios de la región que por alguna razón cósmica no captaron la misma atención de la OEA, Unión Europea y los Estados Unidos.
No vayamos muy lejos. Desde que Sixto Durán Ballén terminó su mandato en 1996 no ha habido un solo gobierno que logre concluir sus cuatro años. Los ecuatorianos hemos presenciado tres golpes de estado en la reciente historia del país y no ha habido fuerza que logre devolver a los presidentes destituidos a su cargo. Es importante recalcar la ilegalidad con la que los militares y el congreso actuaron para inventarse que por razones psiquiátricas y de supuestos abandonos del cargo, reemplazaron a los ex presidentes electos. Es aquí el primer indicio de incoherencia de la comunidad internacional por no haber exigido que se repare la infracción de la misma manera que lo está haciendo con Honduras. De ninguna manera quiero convertirme en proselitista de Bucarám, Mahuad, o Gutiérrez, pero es irresponsable y miope negar que utilizamos el método más fácil e ilegal para corregir nuestra ingenuidad y torpeza en las urnas.
No obstante lo peor aún está por suceder. Todavía no se sabe bien qué ocurrirá en Honduras pero si Zelaya logra regresar con éxito a su país lo más probable es que se restaurará su gobierno con mucha más fuerza, quebrando toda ley que le parezca incómoda para instaurar su revolución ciudadana, no muy distante al perfil de su ahora compañero Rafael Correa. Aún más disolverá el Congreso, lo cesará de sus funciones o lo pondrá de vacaciones para que su CD ROM, importado sin aranceles desde Caracas con escala en Quito, no sea víctima del virus de la oposición, de los banqueros o los pelucones locales.
Es aquí cuando una vez más la comunidad internacional, al igual cuando ocurrió en Venezuela y en Ecuador en su momento, enviará un patético comunicado expresando la preocupación por ciertas práctica no muy democráticas ejercidas por su jefe de Estado mientras lo que en realidad se vive es un atentado directo y sinvergüenza contra un sinnúmero de valores democráticos que no necesariamente tienen que ver con destituciones de presidentes. Producto del arcaico y caudillista sistema presidencial adoptado por toda la región conjunto con la ignorancia que somete a nuestras sociedades, se menosprecia la importancia elemental que un Congreso puede tener para apaciguar los abusos del Ejecutivo. Acto seguido, cierre de canales de televisión, insultos, polarización y lo más cotizado, o “weapon of choice” del socialismo del siglo XXI: la masiva y perversa generación de resentimiento social donde en realidad no existe.
Espero enormemente estar equivocado, y espero que en el futuro la comunidad intencional, comenzando por la OEA, sea coherente con su discurso y que ella, más que nadie, entienda la importancia de los contrapoderes y las libertades civiles dentro de una democracia. Conceptos aparentemente revolucionarios para una idea evidentemente vaga y simple que la comunidad internacional rescata últimamente.
Y es que la palabra “democracia”, nuevamente digo, significa tantas cosas y nada, absolutamente nada a la vez.
He creado este blog para compartir algunas de mis experiencias y pensamientos. Sueño algún día en construir, junto con el resto de ecuatorianos, los cimientos de una sociedad tolerante, un Estado liberal y un mercado que brinde oportunidades a todos. Invito a cualquier persona a comentar, criticar, sugerir y a construir.
Monday, June 29, 2009
Sunday, June 28, 2009
Entre la democracia y Zelaya en pijamas
Ha sido de gran sorpresa y asombro el operativo militar, aún lleno de misterios legales, que echó al ya ex presidente Manuel “Mel” Zelaya de su hogar en Tegucigalpa y lo deportó a Costa Rica. Si bien el congreso hondureño explicó que se trató de un proceso totalmente legal el haber destituido a Zelaya (además porque supuestamente firmó una carta de renuncia), no se conoce quién exactamente ordenó el exilio del ex presidente y con qué sustento legal lo hizo. A Zelaya se lo acusó de haber violentado contra el orden legal al exigir ilegalmente que se lleve a cabo un referéndum que hubiese preguntado a los hondureños si querían se que instale una Asamblea Constituyente para modificar la constitución, al mejor estilo de Rafael Correa y Hugo Chávez. Lamentablemente para “Mel” el tiro le salió por la culata y apenas tres semanas después de que el presidente Correa, junto con su canciller Falconí y el staff de Senplades, lo hayan visitado para explicarle cómo llevar a cabo su propia revolución ciudadana, terminó en la pista del aeropuerto de San José con nada más que con sus pijamas.
No son para asombrase las declaraciones hechas por Chávez, Ortega, Morales, y Correa en las que apasionadamente condenan los recientes acontecimientos en capital hondureña. Una vez más Chávez amenazó con una invasión, a su mejor estilo, para revertir el proceso; recordemos lo ocurrido después del bombardeo del campamento de las FARC en Angostura en Marzo del año pasado cuando el presidente venezolano ordenó en televisión a un general del ejército a que movilice sus tanques de guerra hacia la frontera con Colombia. Sin embargo no solamente el “eje ALBA” ha expresado su disgusto. Con toda razón y sustento la OEA, la Unión Europea y los Estados Unidos han dejado en claro que solamente reconocerán a Zelaya como presidente, determinados a aislar a Honduras hasta no se sabe bien cuándo. El presidente Correa viajó inmediatamente a Managua para participar de una reunión con los mandatarios de la ALBA, pero no se sabe qué efecto ésta tendrá.
Lo ocurrido no debe ser visto como una victoria para la democracia. Fue evidentemente un golpe de estado en donde se irrespetó el debido proceso para echar a Zelaya de la manera más fácil. Si bien intentó convocar a los hondureños ilegalmente la urnas, al igual que ocurrió en el Ecuador, la solución no debe ser una ilegalidad aún peor. La OEA tiene la responsabilidad de exigir que se respete la institucionalidad y el proceso democrático dentro de todos los países que la conforman y es lógico y sano. No obstante me pregunto por qué la comunidad internacional no se pronunció con tanto determinismo y tanta fuerza cuando se lo destituyó a Bucarám, por incapacidad mental, a Mahuad y Gutiérrez, por “abandono” del cargo.
Aparentemente tampoco la OEA considera lo suficientemente pertinente fiscalizar con la misma energía a sus estados miembros cuando estos intentan violentar contra otros valores democráticos que no necesariamente tienen que ver con destituciones de presidentes sino con cierres (o por lo menos severos intentos) de canales de televisión y frecuencias de radio, insultos sistemáticos a adversarios políticos, constantes ilegalidades para llevar a cabo procesos electorales, y abusos descarados de utilización de fondos públicos para campañas electorales.
Y es que la palabra “democracia” significa tantas cosas y nada, absolutamente nada a la vez.
No son para asombrase las declaraciones hechas por Chávez, Ortega, Morales, y Correa en las que apasionadamente condenan los recientes acontecimientos en capital hondureña. Una vez más Chávez amenazó con una invasión, a su mejor estilo, para revertir el proceso; recordemos lo ocurrido después del bombardeo del campamento de las FARC en Angostura en Marzo del año pasado cuando el presidente venezolano ordenó en televisión a un general del ejército a que movilice sus tanques de guerra hacia la frontera con Colombia. Sin embargo no solamente el “eje ALBA” ha expresado su disgusto. Con toda razón y sustento la OEA, la Unión Europea y los Estados Unidos han dejado en claro que solamente reconocerán a Zelaya como presidente, determinados a aislar a Honduras hasta no se sabe bien cuándo. El presidente Correa viajó inmediatamente a Managua para participar de una reunión con los mandatarios de la ALBA, pero no se sabe qué efecto ésta tendrá.
Lo ocurrido no debe ser visto como una victoria para la democracia. Fue evidentemente un golpe de estado en donde se irrespetó el debido proceso para echar a Zelaya de la manera más fácil. Si bien intentó convocar a los hondureños ilegalmente la urnas, al igual que ocurrió en el Ecuador, la solución no debe ser una ilegalidad aún peor. La OEA tiene la responsabilidad de exigir que se respete la institucionalidad y el proceso democrático dentro de todos los países que la conforman y es lógico y sano. No obstante me pregunto por qué la comunidad internacional no se pronunció con tanto determinismo y tanta fuerza cuando se lo destituyó a Bucarám, por incapacidad mental, a Mahuad y Gutiérrez, por “abandono” del cargo.
Aparentemente tampoco la OEA considera lo suficientemente pertinente fiscalizar con la misma energía a sus estados miembros cuando estos intentan violentar contra otros valores democráticos que no necesariamente tienen que ver con destituciones de presidentes sino con cierres (o por lo menos severos intentos) de canales de televisión y frecuencias de radio, insultos sistemáticos a adversarios políticos, constantes ilegalidades para llevar a cabo procesos electorales, y abusos descarados de utilización de fondos públicos para campañas electorales.
Y es que la palabra “democracia” significa tantas cosas y nada, absolutamente nada a la vez.
Friday, June 12, 2009
ALBA: Lo Malo, lo Ridículo, y lo Bueno
Con mucha sorpresa el pasado miércoles 3 de junio los ecuatorianos escuchamos las atrevidas declaraciones del presidente venezolano Hugo Chávez en donde afirmaba que el Ecuador entraría a ser miembro de la Alternativa Bolivariana para América Latina y el Caribe, o más conocida como ALBA. Y si bien hace un año la cancillería ecuatoriana afirmaba que el país no entraría a tal organismo, las palabras del Coronel Chávez demostraban un completo determinismo para empujar a sus hermanos ecuatorianos a cambiar aquella decisión. Mucho se ha dicho y criticado y en eso comparto en algo las declaraciones de la ex canciller María Isabel Salvador frente a la prensa; no hay que satanizar, así porque sí, a semejante iniciativa. Sin embargo me gustaría compartir algunas observaciones que pienso son lo suficientemente pertinentes como para saber si el Ecuador actuó de la mejor y más pragmática forma. Pienso hay cosas malas, otras ridículas, y por supuesto también algo de bueno.
Lo malo tiene que ver con la institucionalidad de Cancillería. La ALBA es un organismo internacional para generar y coordinar cooperación en diferentes ámbitos (comercial, energético, seguridad). Ésta, sin embargo, lleva un fuerte contenido ideológico promovido principalmente por Venezuela. No se puede confundir política de gobierno con política de Estado y eso es justamente lo que el Ecuador haría si se adhiere. ¿Qué va a ocurrir cuando elijamos un gobierno ideológicamente distinto? Las sociedades del ex bloque soviético después de la caída del muro de Berlín tuvieron que rediseñar al Estado como tal porque las instituciones hasta ese entonces habían servido específicamente los intereses del partido comunista. No pienso, de ninguna manera, que estamos condenados a repetir la misma historia pero sí pienso que Cancillería corre el riesgo de debilitarse como el órgano que desarrolla política exterior; es que al ingresar a la ALBA nos estaríamos comprometiendo a divulgar un discurso en específico.
Hablemos ahora de lo ridículo. El gobierno ha dicho que a través de este organismo el país podría acceder a un fondo adicional de inversión, explotar oportunidades comerciales en temas agrícolas y fortalecer su posición frente a organismos como el Banco Mundial. No obstante, la ALBA carece de peso diplomático debido a que aparte de Venezuela, ninguno de sus estados miembros es influyente en el escenario mundial ni regional. El Ecuador mantiene balanzas positivas con todos sus miembros a excepción de Venezuela y curiosamente San Vicente y las Granadinas, simplemente porque las relaciones comerciales con este país caribeño son inexistentes. Básicamente nos interesa lo que Venezuela nos pueda ofrecer y además no se necesita a la ALBA como una plataforma; todo lo que necesitamos lo podemos hacer directamente a través de acuerdos bilaterales o multilaterales. No existe ningún privilegio al ser miembro de una entidad así.
A pesar de todo tenemos que admitir que la adhesión del Ecuador no es del todo catastrófica. No son muchos los riesgos y tampoco es inteligente pensar que todo lo que salga del gobierno está mal, aunque sí me deja algunas preocupaciones que ya he mencionado. Para concluir, he logrado rescatar algo bueno y es qué si finalmente nos va mal lo más probable es que la ALBA termine siendo un proyecto fracasado, dejándonos libres de cualquier amenaza.
Lo malo tiene que ver con la institucionalidad de Cancillería. La ALBA es un organismo internacional para generar y coordinar cooperación en diferentes ámbitos (comercial, energético, seguridad). Ésta, sin embargo, lleva un fuerte contenido ideológico promovido principalmente por Venezuela. No se puede confundir política de gobierno con política de Estado y eso es justamente lo que el Ecuador haría si se adhiere. ¿Qué va a ocurrir cuando elijamos un gobierno ideológicamente distinto? Las sociedades del ex bloque soviético después de la caída del muro de Berlín tuvieron que rediseñar al Estado como tal porque las instituciones hasta ese entonces habían servido específicamente los intereses del partido comunista. No pienso, de ninguna manera, que estamos condenados a repetir la misma historia pero sí pienso que Cancillería corre el riesgo de debilitarse como el órgano que desarrolla política exterior; es que al ingresar a la ALBA nos estaríamos comprometiendo a divulgar un discurso en específico.
Hablemos ahora de lo ridículo. El gobierno ha dicho que a través de este organismo el país podría acceder a un fondo adicional de inversión, explotar oportunidades comerciales en temas agrícolas y fortalecer su posición frente a organismos como el Banco Mundial. No obstante, la ALBA carece de peso diplomático debido a que aparte de Venezuela, ninguno de sus estados miembros es influyente en el escenario mundial ni regional. El Ecuador mantiene balanzas positivas con todos sus miembros a excepción de Venezuela y curiosamente San Vicente y las Granadinas, simplemente porque las relaciones comerciales con este país caribeño son inexistentes. Básicamente nos interesa lo que Venezuela nos pueda ofrecer y además no se necesita a la ALBA como una plataforma; todo lo que necesitamos lo podemos hacer directamente a través de acuerdos bilaterales o multilaterales. No existe ningún privilegio al ser miembro de una entidad así.
A pesar de todo tenemos que admitir que la adhesión del Ecuador no es del todo catastrófica. No son muchos los riesgos y tampoco es inteligente pensar que todo lo que salga del gobierno está mal, aunque sí me deja algunas preocupaciones que ya he mencionado. Para concluir, he logrado rescatar algo bueno y es qué si finalmente nos va mal lo más probable es que la ALBA termine siendo un proyecto fracasado, dejándonos libres de cualquier amenaza.
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