Ha sido de gran sorpresa y asombro el operativo militar, aún lleno de misterios legales, que echó al ya ex presidente Manuel “Mel” Zelaya de su hogar en Tegucigalpa y lo deportó a Costa Rica. Si bien el congreso hondureño explicó que se trató de un proceso totalmente legal el haber destituido a Zelaya (además porque supuestamente firmó una carta de renuncia), no se conoce quién exactamente ordenó el exilio del ex presidente y con qué sustento legal lo hizo. A Zelaya se lo acusó de haber violentado contra el orden legal al exigir ilegalmente que se lleve a cabo un referéndum que hubiese preguntado a los hondureños si querían se que instale una Asamblea Constituyente para modificar la constitución, al mejor estilo de Rafael Correa y Hugo Chávez. Lamentablemente para “Mel” el tiro le salió por la culata y apenas tres semanas después de que el presidente Correa, junto con su canciller Falconí y el staff de Senplades, lo hayan visitado para explicarle cómo llevar a cabo su propia revolución ciudadana, terminó en la pista del aeropuerto de San José con nada más que con sus pijamas.
No son para asombrase las declaraciones hechas por Chávez, Ortega, Morales, y Correa en las que apasionadamente condenan los recientes acontecimientos en capital hondureña. Una vez más Chávez amenazó con una invasión, a su mejor estilo, para revertir el proceso; recordemos lo ocurrido después del bombardeo del campamento de las FARC en Angostura en Marzo del año pasado cuando el presidente venezolano ordenó en televisión a un general del ejército a que movilice sus tanques de guerra hacia la frontera con Colombia. Sin embargo no solamente el “eje ALBA” ha expresado su disgusto. Con toda razón y sustento la OEA, la Unión Europea y los Estados Unidos han dejado en claro que solamente reconocerán a Zelaya como presidente, determinados a aislar a Honduras hasta no se sabe bien cuándo. El presidente Correa viajó inmediatamente a Managua para participar de una reunión con los mandatarios de la ALBA, pero no se sabe qué efecto ésta tendrá.
Lo ocurrido no debe ser visto como una victoria para la democracia. Fue evidentemente un golpe de estado en donde se irrespetó el debido proceso para echar a Zelaya de la manera más fácil. Si bien intentó convocar a los hondureños ilegalmente la urnas, al igual que ocurrió en el Ecuador, la solución no debe ser una ilegalidad aún peor. La OEA tiene la responsabilidad de exigir que se respete la institucionalidad y el proceso democrático dentro de todos los países que la conforman y es lógico y sano. No obstante me pregunto por qué la comunidad internacional no se pronunció con tanto determinismo y tanta fuerza cuando se lo destituyó a Bucarám, por incapacidad mental, a Mahuad y Gutiérrez, por “abandono” del cargo.
Aparentemente tampoco la OEA considera lo suficientemente pertinente fiscalizar con la misma energía a sus estados miembros cuando estos intentan violentar contra otros valores democráticos que no necesariamente tienen que ver con destituciones de presidentes sino con cierres (o por lo menos severos intentos) de canales de televisión y frecuencias de radio, insultos sistemáticos a adversarios políticos, constantes ilegalidades para llevar a cabo procesos electorales, y abusos descarados de utilización de fondos públicos para campañas electorales.
Y es que la palabra “democracia” significa tantas cosas y nada, absolutamente nada a la vez.
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