Friday, March 18, 2011

Delegar la moral

Por Julio Espinosa

La campaña de planificación familiar y sexual del gobierno ha desatado polémica, de la forma que suele hacer todo debate moral en nuestro país. En un intento más por diferenciarse de la “derecha corrupta” el gobierno ha optado por repartir preservativos gratuitamente dentro de las escuelas secundarias. Por otro lado, sectores de la oposición y conservadores dogmáticos han denunciado que dicha acción gubernamental es o inmoral o simplemente no logrará combatir el problema de los embarazos no deseados entre las adolecentes.

Más allá de que si la novedosa política de regalar condones a los adolecentes es eficaz para contrarrestar posiblemente uno de los mayores problemas sociales del país, no puedo dejar de pensar que la principal responsabilidad de orientar correctamente a las nuevas generaciones no cae sobre el Estado ni las escuelas sino sobre la familia; no se adelanten a malinterpretarme, es verdad que muchas familias son disfuncionales y enfermas por lo que acabo de decir sería algo imposible pero esos son casos que deben ser tratados como excepcionales y de distinta forma. Presiento que es un mal que acecha a todo el mundo y probablemente más aun al Ecuador pero estamos viviendo un declive realmente alarmante del sentido de responsabilidad. Existe la corriente dentro de las sociedades modernas de delegar al Estado y a los colegios la responsabilidad de educar a los niños sobre temas que deberían ser revisados con seriedad, paciencia, apertura y sin tabú en casa. El propósito fundamental de las escuelas es académico y enhorabuena si cuentan con un programa serio sobre educación sexual pero la familia es el núcleo principal para aprender sobre aquellos temas tan importantes para la vida.

Asimismo existen corrientes que hablan sobre incorporar una educación del amor dentro de los colegios. No sé qué tipo de trastorno mental sufren tantas personas que ni están dispuestas a enseñarles a sus propios hijos lo que es algo tan fundamental para la vida y al mismo tiempo algo tan abstracto y relativo como el amor. Me hace acuerdo a aquella novela de George Orwell en donde una sociedad ficticia del futuro había perdido toda capacidad de pensar y razonar mientras el Estado manipulaba el lenguaje y podía decidir el significado de conceptos tales como el amor. Para sorpresa de quien habría leído la novela justamente el Ministerio del Amor no era nada más que un centro de tortura para castigar a disidentes del aquel sistema totalitario. Y es en esa dirección que queremos caminar por simple comodidad.

Cabe además recalcar que no es un tema de izquierda o derecha. Grupos de ambas tendencias se encuentran predicando, a su propio estilo, el encargo del moralismo individual como educación especializada para la juventud. Nos hemos vuelto incapaces de orientar a nuestros hijos y lo peor de todo es que nos está gustando. Incapaces, aún más, de ver que las peores dictaduras son las que nos confiscan nuestras propias responsabilidades morales.

Ahora bien muchos dirán que la decadencia social del país no nos permitirá devolverle la responsabilidad de algo como la educación sexual hacia las familias, pero quién somos para determinar qué es lo que los hijos de otros deban entender como educación sexual y educación del “amor”. No nos enfoquemos tanto en cómo delegar al Estado y a los centros educativos la responsabilidad natural que tenemos o tendremos como padres y madres, sino más bien en cómo llegar a ser una sociedad más frontal, honesta y sin trabas mentales. Eso sí sería una política pública exitosa aunque un poco abstracta pero definitivamente menos que las políticas de planificación sexual y peor aún, como algunos ahora profesan, del amor.

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