Por Julio Espinosa
Ya no sorprende la actuación del presidente Correa cada vez que se hace pública la opinión de alguna persona crítica al gobierno. Inmediatamente se desencadena una campaña mediática llena de insultos burdos y groseros para desmoralizar al autor de dicha crítica. Nuestro gobierno ha asimilado las formas más placeras de relaciones públicas como método de defensa. No obstante no basta con invertir cientos de miles de dólares en ataques para descalificar sino que ahora al gobierno le ha empezado a agradar la idea de demandar a los líderes de opinión por varios millones y finalmente con cárcel para rematar, cosa que nunca ha ocurrido anteriormente en este país. Demandas que justifica el presidente alegando que se ha cometido daño moral en contra de él tras la publicación de unos artículos de opinión; artículos que además revelan las esquinas más oscuras y mugrientas de un gobierno que llegó al poder valiéndose del discurso de la revolución democrática y ética cuando lo que hemos visto son insaciables acosos y amenazas, verbales y legales, para castigar a quienes han cuestionados las actitudes del presidente.
Más aún, después de que el mayor Fidel Araujo haya sido declarado inocente tras haber permanecido seis meses en la cárcel por supuesta incitación a rebelión durante el 30-S, el ministro de Justicia José Serrano ha declarado que apelará la decisión del juez para asegurarse de que permanezca incuestionable la acción y palabra de quien le permite mantenerse en su cargo. No hace falta tener un PhD en Lovaina para darse cuenta que quién más daño moral ha cometido es aquel que se llena la boca victimándose desde el poder.
Y es que el presidente Correa ha aprendido a manejar el país como su hacienda privada, y le gusta. Donde sea que pise y ande le sigue un séquito de aduladores y agentes de seguridad, los mismos quienes se han ganado la fama de matones asalariados después de que en cuatro años hayan detenido y garroteado a varios individuos que han demostrado o gritado alguna consigna en contra del hacendado. Pensé que los hermanos Castro eran los mayores latifundistas del hemisferio, dueños de toda una isla y su gente, no obstante los recientes acontecimientos en el Medio Oriente me han recordado que que el coronel Chávez no es nada más que una adaptación latinoamericana del hacendado coronel Gaddafi, y Correa quiere convertirse en su propio ex hacendado Mubarak. Haciendas que hemos recibido a la modernidad de forma parcial y discriminada porque no es necesario cultivar masa crítica y productiva que pueda desafiar la autoridad y alcance del poder del Estado. Como encomendados, ellos bien saben que tienen que enseñar a la gente que sin su gobierno el pueblo se encuentra huérfano y desamparado; educar para cultivar obediencia y culto a la nueva religión, el caudillo en persona.
Infelizmente hemos aprendido nosotros también a querer conformar haciendas y no naciones en donde reine el estado de derecho y las libertades civiles. Parecería que estamos fatalmente condenados a asimilar a un bombardeo mediático de promesas y al cruce de insultos como procesos civilizados y legítimos de elecciones. No tenemos, además, ninguna garantía de que pasada la fiebre correísta la alternativa sea mejor en absoluto. Así hemos crecido y continuamos educando a las nuevas generaciones. Los debates políticos son meras distracciones para quienes ingenuamente aún confiamos en que la democracia pueda funcionar mientras lo único que engrana en realidad es la lógica del poder por el poder.
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