El populismo revolucionario e intelectual, sin duda, ha probado ser un fenómeno político que entorpece a masas dentro de todos los estratos sociales; una herramienta política increíblemente efectiva. Mientras que a los pobres les embriaga con subsidios y las mismas promesas de siempre, a las clases medias y altas les ciega con los mismos discursos románticos que fueron utilizados en tiempos pasados para esclavizar a pueblos enteros en nombre de la igualdad y del bien común. “¡Socialismo o muerte!”, “¡Hasta la victoria, siempre!”, aún se grita desde varias urbes latinoamericanas.
El populismo intelectual, además, no pierde tiempo para satanizar los medios privados y capitalistas de generación de riqueza; el desarrollo y éxito de unos tiene que obligadamente ser la causa de la miseria de otros. Lo más increíble es que varias veces sus seguidores, cargando la bandera de la incoherencia, suelen ser los primeros consumidores de reproductores mp3, computadoras portátiles, servidores de Internet, teléfonos celulares y zapatos fabricados en alguna maquila del pujante sureste asiático.
La conspiración de ricos contra pobres, de los países del Norte contra los del Sur; todo es producto de una generación de intelectuales que, para realizar sus experimentos sociales y utopías, lavan las mentes de los latinoamericanos con retórica indudablemente romántica y sencilla. Solamente de esta forma podrán incidir en la política de Estado y, evidentemente a través de la fuerza pública, obligar a los ciudadanos a ser parte de semejante aquelarre intelectual.
He creado este blog para compartir algunas de mis experiencias y pensamientos. Sueño algún día en construir, junto con el resto de ecuatorianos, los cimientos de una sociedad tolerante, un Estado liberal y un mercado que brinde oportunidades a todos. Invito a cualquier persona a comentar, criticar, sugerir y a construir.
Monday, October 15, 2007
Thursday, August 30, 2007
Solidaridad perversa
No cabe duda que la palabra “solidaridad” está de moda en el Ecuador. Muchas de las campañas actuales prometen nuevos sistemas específicamente solidarios, incluyentes y soberanos, y lo hacen en nombre de la voluntad popular. Pero son valores muy relativos y pueden tener diferentes significados. ¿Qué es exactamente lo que se propone? Soberanía y defensa de los recursos naturales: Suena como una excelente idea, pero lo único que quiere decir es que el Estado se reserva el derecho (porque tiene el poder para hacerlo) de ser el exclusivo explotador de los recursos naturales en todo el país. Obviamente esto se lo hace en nombre del pueblo, porque siendo el petróleo, por ejemplo, un producto tan rentable en el mercado internacional, el Estado Benefactor en teoría utiliza esas ganancias para ayudar a los más necesitados. El petróleo ya es por decreto constitucional pertenencia del Estado y Petroecuador es de las institución más corruptas de todo el país (vale recalcar que también consta de funcionarios honestos, pero lamentablemente parecen escasear). El Estado ecuatoriano es grande, corrupto e ineficiente, y necesita del las utilidades de los recursos naturales para su propia supervivencia. En papel es generador de riqueza e igualdad y en la práctica es un monopolio generador de privilegios, corrupción y burocratización. Si en la Asamblea Constituyente se opta por este camino, solamente pido recibir en la puerta de mi casa el cheque con mi parte de las utilidades todos los meses. Seamos coherentes: en nombre de la soberanía y defensa de los recursos naturales ante ambiciones privadas y capitalistas no se debería pasar la propiedad del petróleo a las manos de unos pocos funcionarios públicos. Economía social, justa y solidaria: Talvez el mayor enigma dentro de este cóctel solidario. Pretende cambiar la economía social de mercado por una que garantice mayores oportunidades para los más pobres. ¿Cómo hacerlo? Aún se desconoce la receta completa, no obstante muchos candidatos que defienden esta posición han hablado de fijación de precios, tasas, subida de aranceles, más impuestos a los ricos, utilización de la política monetaria (la maquina de imprimir billetes), y el aumento del gasto público para reactivar artificialmente la producción; la burbuja inflacionaria que tanto nos gusta a los latinoamericanos. Muy parecido a las políticas predicadas por la Comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas (CEPAL) hace cincuenta años y muy bien aplicadas por nosotros (ya hemos cosechado los resultados). Además me pregunto si a un pequeño productor o a una empresa le gustaría que el gobierno le ordene a vender sus productos a un determinado precio. Es sin duda fácil hablar cuando no están en juego las pertenencias y el negocio de uno, sino las del vecino (claro, muy solidario). ¿Y cómo estas políticas ayudarían a los más necesitados? Pese a que esta tendencia nunca ha ayudado a nadie más que a la expansión del Estado y su ineficiencia, los candidatos que proponen esto piensan que justamente ellos sí lo van a lograr. Más allá de eso y del caos político en Venezuela y Bolivia (que últimamente han optado por esta vía), se desconocen los detalles y resultados. No hay nada más perverso que forzar una supuesta fraternidad entre los ciudadanos de un país a través de la coerción de un Estado altamente burocratizado y corrupto. También debemos entender que a través de la retórica y los decretos “solidarios” no se erradica la pobreza. Para crear riqueza se necesita libertad económica para los ecuatorianos, y si a esta se la entorpece, no habrá ni un centavo para ayudar a los que realmente necesitan. |
Sunday, August 19, 2007
¿En nombre del bien común?
Es, sin duda, algo muy normal y frecuente escuchar a varias personas hablar del bien común. Talvez nos parezca que muchos de los males de nuestra sociedad justamente se deben a que no hemos sacrificado nuestros intereses personales por el bien del colectivo. No hace falta recordar que nuestra constitución, nuestras leyes, nuestros medios de comunicación y los discursos de muchos de nuestros políticos están llenos de artículos, frases y lemas que hablan de lo importante que es el bien colectivo y de la necesidad de poner al bien del individuo a un lado. Sin embargo me pregunto, ¿quién decide cuál es el añorado bien común?
Algunas personas piensan que esto es simplemente lo que la mayoría de una sociedad piensa que es necesario; desvalorizando las necesidades que algunas minorías puedan tener. Otros creen que al hablar del “bien común” ya se debería sobrentender que esto es simplemente el bienestar de las grades masas que se puede adquirir a través del uso del Estado (educación pública, salud, seguridad, etc.), no obstante esto llega a ser bastante subjetivo; dependiendo de quien opine. La verdad es que cualquier causa social, política o económica se la puede vender al público como un bien necesario para el colectivo, y es así como se han cometido las peores atrocidades en la historia de la humanidad.
Fue en nombre del bien común es que Pinochet desapareció a miles de chilenos durante la década de los setentas. Asimismo Stalin asesinó a más de 30 millones de personas, y Fidel Castro, irónicamente en nombre del pueblo, es el mayor latifundista del mundo; dueño de toda una isla y sus habitantes. Fenómenos sociales de esta naturaleza ocurren cuando nos dejamos convencer por políticos demagogos que existe un bien colectivo superior por el cual es justificables violar los derechos fundamentales del individuo: a la vida, a la propiedad, y a la libertad.
Algunas personas piensan que esto es simplemente lo que la mayoría de una sociedad piensa que es necesario; desvalorizando las necesidades que algunas minorías puedan tener. Otros creen que al hablar del “bien común” ya se debería sobrentender que esto es simplemente el bienestar de las grades masas que se puede adquirir a través del uso del Estado (educación pública, salud, seguridad, etc.), no obstante esto llega a ser bastante subjetivo; dependiendo de quien opine. La verdad es que cualquier causa social, política o económica se la puede vender al público como un bien necesario para el colectivo, y es así como se han cometido las peores atrocidades en la historia de la humanidad.
Fue en nombre del bien común es que Pinochet desapareció a miles de chilenos durante la década de los setentas. Asimismo Stalin asesinó a más de 30 millones de personas, y Fidel Castro, irónicamente en nombre del pueblo, es el mayor latifundista del mundo; dueño de toda una isla y sus habitantes. Fenómenos sociales de esta naturaleza ocurren cuando nos dejamos convencer por políticos demagogos que existe un bien colectivo superior por el cual es justificables violar los derechos fundamentales del individuo: a la vida, a la propiedad, y a la libertad.
Wednesday, June 27, 2007
¿Pérdida de identidad?
Es muy común escuchar que, gracias a la globalización, se está perdiendo nuestra identidad. Tampoco es raro escuchar que firmas internacionales tales como McDonalds, MTv y Nike atentan constantemente contra nuestras raíces y nos quieren volver dependientes de ellos. Es más, existe dentro de nuestra constitución un capítulo entero que delega al estado el deber de preservar y fomentar la cultura de las comunidades indígenas y afroecuatorianas. La otra opción sería encerrarnos en nuestro país, echar a los extranjeros afuera y mantener nuestra cultura intacta; no hacen falta ONGs y grupos de la sociedad civil en Europa y Norteamérica que luchan por estos ideales. Parecería que lo hacen para sus turistas puedan vacacionar en América Latina y encontrar una romántica sociedad intacta, exótica y subdesarrollada.
¿Pero quién decide qué es realmente nuestro y autóctono? ¿La CONAIE? ¿La casa de la cultura? ¿El presidente Correa? ¿Usted? ¿Yo? Nadie se puede reservar el derecho de tal cosa. Pensar que los ecuatorianos, por haber nacido en un lugar específico del mundo, deben adoptar costumbres y comportamientos subjetivamente preestablecidos es inaceptable. La lucha por la identidad colectiva es una lucha arrogante que atenta contra la libertad individual de escoger. Cada uno de nosotros, seamos de donde sea o del color que sea, deberíamos tener el derecho de elegir qué es lo mejor para nosotros mismos. Por eso la identidad debe nacer libremente del individuo y no arbitrariamente del colectivo. Si muchos de nuestros indígenas y afroecuatorianos han preservado mucha de su cultura lo han hecho por su iniciativa propia y no porque un estado intervencionista lo ha decidido.
Además, por abrir nuestras fronteras a extrañas culturas lejanas no vamos a parar de consumir los productos de nuestra tierra. Bien podemos observar que en la España globalizada los españoles no han parado de comer su jamón serrano y beber su buen vino. Tampoco los italianos globalizados han renunciado a su pasta ni a su risotto. Lo mismo ocurre en México, donde después de haber firmado del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (1993) con Estados Unidos y Canadá, no han perdido sus burritos ni su tequila, y peor aún sus mariachis. Así ha ocurrido en numerosas ocasiones donde la lucha por el desarrollo ha vencido a ciertos nacionalismos estériles que predican el miedo por la pérdida de identidad. Veo muy difícil que los ecuatorianos paremos de consumir nuestros deliciosos cebiches de camarón, los llapingachos, las empanaditas de verde y nos olvidemos de la excelente música del guayaquileño Julio Jaramillo solamente porque permitimos a extranjeros a libremente invertir, hacer dinero y dar empleo en nuestras tierras.
¿Pero quién decide qué es realmente nuestro y autóctono? ¿La CONAIE? ¿La casa de la cultura? ¿El presidente Correa? ¿Usted? ¿Yo? Nadie se puede reservar el derecho de tal cosa. Pensar que los ecuatorianos, por haber nacido en un lugar específico del mundo, deben adoptar costumbres y comportamientos subjetivamente preestablecidos es inaceptable. La lucha por la identidad colectiva es una lucha arrogante que atenta contra la libertad individual de escoger. Cada uno de nosotros, seamos de donde sea o del color que sea, deberíamos tener el derecho de elegir qué es lo mejor para nosotros mismos. Por eso la identidad debe nacer libremente del individuo y no arbitrariamente del colectivo. Si muchos de nuestros indígenas y afroecuatorianos han preservado mucha de su cultura lo han hecho por su iniciativa propia y no porque un estado intervencionista lo ha decidido.
Además, por abrir nuestras fronteras a extrañas culturas lejanas no vamos a parar de consumir los productos de nuestra tierra. Bien podemos observar que en la España globalizada los españoles no han parado de comer su jamón serrano y beber su buen vino. Tampoco los italianos globalizados han renunciado a su pasta ni a su risotto. Lo mismo ocurre en México, donde después de haber firmado del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (1993) con Estados Unidos y Canadá, no han perdido sus burritos ni su tequila, y peor aún sus mariachis. Así ha ocurrido en numerosas ocasiones donde la lucha por el desarrollo ha vencido a ciertos nacionalismos estériles que predican el miedo por la pérdida de identidad. Veo muy difícil que los ecuatorianos paremos de consumir nuestros deliciosos cebiches de camarón, los llapingachos, las empanaditas de verde y nos olvidemos de la excelente música del guayaquileño Julio Jaramillo solamente porque permitimos a extranjeros a libremente invertir, hacer dinero y dar empleo en nuestras tierras.
Tuesday, June 19, 2007
Ensayo sobre la soberanía
La independencia y soberanía han sido los gritos de batalla para un sinnúmero de revolucionarios y dirigentes políticos a través de la historia latinoamericana. Sin embargo, pocas veces pensamos en qué realmente significan estos términos. Talvez todo pueblo digno debe ser soberano, pero ¿cuáles son las implicaciones que esto tiene? Es inútil desear que el estado sea completamente soberano porque no trae las mejores condiciones para los ciudadanos. Si bien antiguamente se pensaba que la soberanía debía medirse por la fuerza del estado sobre el territorio de un país, esto no necesariamente produce los resultados más eficientes. Tampoco se puede pretender ser un pueblo totalmente independiente de otras naciones porque no es práctico para el bien estar económico. Finalmente, en teoría la plena soberanía implicaría, además, estar en continuo estado de tensión con países vecinos.
Tradicionalmente la soberanía se medía en la capacidad del estado en aplicar su fuerza dentro de un territorio determinado; en la actualidad este concepto es obsoleto. Los ecuatorianos lo manifestamos cuando algunos dirigentes políticos satanizan la privatización de los monopolios estatales, por ejemplo, o cuando se nacionalizó las instalaciones de la compañía petrolera Occidental Petroleum Corporation en el año 2006. Miles de personas vieron esto como un acto de valentía y soberanía frente a la inversión extranjera. La verdad es que no somos más soberanos que antes porque el estado no es la fuente de soberanía del pueblo; esta es una aberración de carácter comunista. Las instituciones públicas son la mayor fuente de corrupción e ineficiencia en el país y por esto no podemos decir que el pueblo es soberano a través del estado. Los únicos soberanos son los funcionarios y los políticos de turno que controlan estas instituciones. Por esto no debemos concebir a la soberanía como algo positivo que se manifiesta a través del poder del estado.
Soberanía no significa ser completamente independiente. De la misma manera que los seres humanos necesitamos de otros seres para poder vivir, compartir, intercambiar y protegernos, los estados no pueden pretender ser auto-suficientes. Cientos de manifestantes latinoamericanos salen a las calles con banderas y boinas para expresar su rechazo cuando sus gobernantes pretenden consolidar acuerdos comerciales con otros países. Argumentan que al negociar con otro estado, estamos perdiendo nuestra soberanía, y en especial cuando se trata de un país rico. Puede que el poder absoluto del estado se encuentre amenazado frente a las relaciones con otros estados, sin embargo esto en verdad es favorable porque limita la imprudencia de los gobernantes; dos democracias económicamente interdependientes nunca han entrado en guerra, por ejemplo. De esta forma los países pueden explotar sus ventajas comparativas en vez de intentar forjar una industria planificada con resultados mediocres. De la misma forma que una sola persona no puede ser doctor, ingeniero, músico, agricultor, banquero, abogado y arquitecto al mismo tiempo, un solo estado no puede pretender tener la capacidad de producir absolutamente todo lo que los ciudadanos demandan. Además de que el estado no puede representar la voluntad de millones de individuos, este es incapaz de mantener a los ciudadanos y a sí mismo siendo totalmente independiente de la comunidad internacional.
Dentro de las relaciones internacionales, el pretender ser absolutamente soberano es casi imposible y requiere de un constante estado de guerra con otras naciones. Para que un estado sea completamente independiente no debe respetar tratados y convenios internacionales, por que estos pueden atentar contra la voluntad de los gobernantes según Hobbes (1651). En este sentido, cualquier acto bélico contra alguien más esta perfectamente justificado en nombre de la soberanía. Afortunadamente, en la actualidad se ha limitado la soberanía absoluta de los estados a través de tratados comerciales e instituciones internacionales de derechos humanos. La Unión Europea es un ejemplo de cómo un conjunto de veinticinco países han aprendido, a través de la unión aduanera y una moneda común, a auto limitarse y a compartir su soberanía para el bien de los ciudadanos (Evans 505). La soberanía completa es altamente peligrosa para la paz mundial.
Puede sonar muy patriota e idealista cuando los dirigentes políticos utilizan conceptos como la soberanía y la independencia en sus discursos, no obstante debemos reflexionar profundamente en sus palabras y descubrir cuáles son en verdad sus intenciones. Entregar al estado y a sus funcionarios la potestad para controlar la economía y sociedad en nombre de la soberanía es enormemente perjudicial para el desarrollo sano de un país.
Tradicionalmente la soberanía se medía en la capacidad del estado en aplicar su fuerza dentro de un territorio determinado; en la actualidad este concepto es obsoleto. Los ecuatorianos lo manifestamos cuando algunos dirigentes políticos satanizan la privatización de los monopolios estatales, por ejemplo, o cuando se nacionalizó las instalaciones de la compañía petrolera Occidental Petroleum Corporation en el año 2006. Miles de personas vieron esto como un acto de valentía y soberanía frente a la inversión extranjera. La verdad es que no somos más soberanos que antes porque el estado no es la fuente de soberanía del pueblo; esta es una aberración de carácter comunista. Las instituciones públicas son la mayor fuente de corrupción e ineficiencia en el país y por esto no podemos decir que el pueblo es soberano a través del estado. Los únicos soberanos son los funcionarios y los políticos de turno que controlan estas instituciones. Por esto no debemos concebir a la soberanía como algo positivo que se manifiesta a través del poder del estado.
Soberanía no significa ser completamente independiente. De la misma manera que los seres humanos necesitamos de otros seres para poder vivir, compartir, intercambiar y protegernos, los estados no pueden pretender ser auto-suficientes. Cientos de manifestantes latinoamericanos salen a las calles con banderas y boinas para expresar su rechazo cuando sus gobernantes pretenden consolidar acuerdos comerciales con otros países. Argumentan que al negociar con otro estado, estamos perdiendo nuestra soberanía, y en especial cuando se trata de un país rico. Puede que el poder absoluto del estado se encuentre amenazado frente a las relaciones con otros estados, sin embargo esto en verdad es favorable porque limita la imprudencia de los gobernantes; dos democracias económicamente interdependientes nunca han entrado en guerra, por ejemplo. De esta forma los países pueden explotar sus ventajas comparativas en vez de intentar forjar una industria planificada con resultados mediocres. De la misma forma que una sola persona no puede ser doctor, ingeniero, músico, agricultor, banquero, abogado y arquitecto al mismo tiempo, un solo estado no puede pretender tener la capacidad de producir absolutamente todo lo que los ciudadanos demandan. Además de que el estado no puede representar la voluntad de millones de individuos, este es incapaz de mantener a los ciudadanos y a sí mismo siendo totalmente independiente de la comunidad internacional.
Dentro de las relaciones internacionales, el pretender ser absolutamente soberano es casi imposible y requiere de un constante estado de guerra con otras naciones. Para que un estado sea completamente independiente no debe respetar tratados y convenios internacionales, por que estos pueden atentar contra la voluntad de los gobernantes según Hobbes (1651). En este sentido, cualquier acto bélico contra alguien más esta perfectamente justificado en nombre de la soberanía. Afortunadamente, en la actualidad se ha limitado la soberanía absoluta de los estados a través de tratados comerciales e instituciones internacionales de derechos humanos. La Unión Europea es un ejemplo de cómo un conjunto de veinticinco países han aprendido, a través de la unión aduanera y una moneda común, a auto limitarse y a compartir su soberanía para el bien de los ciudadanos (Evans 505). La soberanía completa es altamente peligrosa para la paz mundial.
Puede sonar muy patriota e idealista cuando los dirigentes políticos utilizan conceptos como la soberanía y la independencia en sus discursos, no obstante debemos reflexionar profundamente en sus palabras y descubrir cuáles son en verdad sus intenciones. Entregar al estado y a sus funcionarios la potestad para controlar la economía y sociedad en nombre de la soberanía es enormemente perjudicial para el desarrollo sano de un país.
Friday, May 25, 2007
Democracia Participativa
La democracia participativa esta de moda. No es raro escuchar que deberíamos democratizar más al país para construir un modelo político incluyente donde las voces de todos serían consideradas por nuestros estadistas. Evidentemente muchos de nuestros gobernantes han probado ser ineficientes, lo cual cuestiona nuestra actual democracia representativa (congreso, partidos políticos, instituciones, etc). Pero, ¿es posible llegar a un acuerdo colectivo a través de la democracia participativa?
Pienso que esta puede ser precisamente una herramienta por la cual nuestros pueblos latinoamericanos lleguemos a destruir lo poco de democracia que ya tenemos. Es necesario politizar a la sociedad para poder implementar la democracia participativa y que trabaje conjuntamente con la representativa. Tendríamos que hacer grandes campañas enseñando a la mayor cantidad posible de gente que necesitamos de su participación dentro del manejo del poder del Estado. Los ciudadanos tuviéramos que, además de atender nuestros quehaceres cotidianos, dedicar tiempo a interminables discusiones acerca de cuál es el añorado bien común.
Además, dentro de una sociedad politizada el tener éxito no depende del trabajo y esfuerzo de cada uno, sino más bien de nuestro carisma y habilidad política; lo mismo que hacen los políticos en cualquier lado del mundo. Si la persona “x” logra convencer a la mitad más uno, acerca de una determinada propuesta, entonces la decisión sería suficientemente legítima. No importa si esté dentro o fuera de un marco legal, esta decisión colectivista excluye a una minoría que tiene diferentes intereses a la propuesta de la persona “x.” De la misma manera que existe un sector de la sociedad que termina insatisfecha cuando su candidato presidencial no fue electo por la mayoría requerida. Pero las minorías quedan gravemente afectadas cuando se trata de temas específicos que pueden, por ejemplo, afectar la propiedad privada de estas (expropiación, estatización, destrucción). Esto solamente porque un ciudadano carismático logró obtener el consentimiento de una mayoría establecida (mitad, dos tercios, etc).
Talvez ayudaría a comprender esta perspectiva anti-participativa de la democracia el hecho que existen diferentes visiones acerca de cuál debería ser el rol del Estado. Si se concibe a esta entidad como una herramienta que solamente ejecuta lo que a la mayoría le parece lo correcto, entonces estaríamos poniendo en riesgo las libertades individuales en nombre del bien colectivo. Si en vez de esto, nuestro Estado tuviera la función esencial de garantizar los derechos individuales a la vida, la propiedad privada y a la libertad, entonces no tendríamos por qué politizar a la sociedad.
El poder del Estado no es un juguete, y la gestión pública no es un juego de quién logra influir más en las decisiones estatales. Por eso la función estatal debe mantenerse reducida para proteger a la minoría más importante, el individuo. Justamente, el Ecuador se encuentra en el subdesarrollo actual gracias a la excesiva intervención estatal dentro de la economía y la sociedad. Hemos heredado una cultura paternalista, de esclavos y hacendados, para convertir al Estado moderno en el arrogante planificador de nuestras vidas; no importa si son los estadistas o las agrupaciones sociales quienes logren incidir en esta planificación.
La democracia debería ser una herramienta para equilibrar el poder estatal (ejecutivo, legislativo, judicial), y velar por las libertades individuales. Si existe un objetivo común debería ser este porque solo así los ciudadanos podríamos llevar nuestras vidas con libertad siempre y cuando no atentemos contra la vida, la propiedad y la libertad de los demás.
Pienso que esta puede ser precisamente una herramienta por la cual nuestros pueblos latinoamericanos lleguemos a destruir lo poco de democracia que ya tenemos. Es necesario politizar a la sociedad para poder implementar la democracia participativa y que trabaje conjuntamente con la representativa. Tendríamos que hacer grandes campañas enseñando a la mayor cantidad posible de gente que necesitamos de su participación dentro del manejo del poder del Estado. Los ciudadanos tuviéramos que, además de atender nuestros quehaceres cotidianos, dedicar tiempo a interminables discusiones acerca de cuál es el añorado bien común.
Además, dentro de una sociedad politizada el tener éxito no depende del trabajo y esfuerzo de cada uno, sino más bien de nuestro carisma y habilidad política; lo mismo que hacen los políticos en cualquier lado del mundo. Si la persona “x” logra convencer a la mitad más uno, acerca de una determinada propuesta, entonces la decisión sería suficientemente legítima. No importa si esté dentro o fuera de un marco legal, esta decisión colectivista excluye a una minoría que tiene diferentes intereses a la propuesta de la persona “x.” De la misma manera que existe un sector de la sociedad que termina insatisfecha cuando su candidato presidencial no fue electo por la mayoría requerida. Pero las minorías quedan gravemente afectadas cuando se trata de temas específicos que pueden, por ejemplo, afectar la propiedad privada de estas (expropiación, estatización, destrucción). Esto solamente porque un ciudadano carismático logró obtener el consentimiento de una mayoría establecida (mitad, dos tercios, etc).
Talvez ayudaría a comprender esta perspectiva anti-participativa de la democracia el hecho que existen diferentes visiones acerca de cuál debería ser el rol del Estado. Si se concibe a esta entidad como una herramienta que solamente ejecuta lo que a la mayoría le parece lo correcto, entonces estaríamos poniendo en riesgo las libertades individuales en nombre del bien colectivo. Si en vez de esto, nuestro Estado tuviera la función esencial de garantizar los derechos individuales a la vida, la propiedad privada y a la libertad, entonces no tendríamos por qué politizar a la sociedad.
El poder del Estado no es un juguete, y la gestión pública no es un juego de quién logra influir más en las decisiones estatales. Por eso la función estatal debe mantenerse reducida para proteger a la minoría más importante, el individuo. Justamente, el Ecuador se encuentra en el subdesarrollo actual gracias a la excesiva intervención estatal dentro de la economía y la sociedad. Hemos heredado una cultura paternalista, de esclavos y hacendados, para convertir al Estado moderno en el arrogante planificador de nuestras vidas; no importa si son los estadistas o las agrupaciones sociales quienes logren incidir en esta planificación.
La democracia debería ser una herramienta para equilibrar el poder estatal (ejecutivo, legislativo, judicial), y velar por las libertades individuales. Si existe un objetivo común debería ser este porque solo así los ciudadanos podríamos llevar nuestras vidas con libertad siempre y cuando no atentemos contra la vida, la propiedad y la libertad de los demás.
Tuesday, May 22, 2007
Distribución de Riqueza
No es raro escuchar en la calle, en casa o en los medios de comunicación una frase retórica de carácter socialista que es utilizada para explicar los males de nuestra sociedad: Es que la riqueza está mal distribuida. Nos hace pensar que la riqueza en el mundo estuviera totalmente estática y que dependiera de la manera en que se la reparte; como si fuera una torta de cumpleaños. Este paradigma conduce a la falacia de creer que se necesita pobreza y miseria para que exista riqueza y bienestar.
Cierto es que tenemos tremendas desigualdades económicas dentro de nuestro país. Lo presenciamos cada rato al salir de la ciudad, o simplemente dando una vuelta por algunas de nuestras calles y avenidas. No podemos negar que tengamos un grave problema social y que sea fuente de los altos índices de violencia, mal nutrición y corrupción en general, pero la solución no es quitar a los ricos para regalar a los pobres. Los pobres continuarían sin producir un centavo y los ricos se vieran desincentivados para continuar aportando al lento crecimiento económico que tiene el país. Tampoco significa que la riqueza esté bien distribuida; no es cuestión de qué tan bien reparta el Estado.
La riqueza no está ni bien ni mal distribuida, el problema es que una gran parte de la sociedad se la ha excluido de las oportunidades de poder crearla; de formar parte del sector productivo del país. Nuestra economía de mercado no es perfecta porque es exclusivista. Se necesita educación y dinero para poder acceder en ella, y por eso pocos sobreviven formalmente en el mercado.
Se ha priorizado el excesivo crecimiento del Estado para crear la llamada economía social de mercado, sin embargo solo se ha entorpecido el alcance de esta a la sociedad. Mediante largas y absurdas tramitologías burocráticas, impuestos atropelladores e infinitos códigos laborales, se ha desarrollado un sistema donde es mucho más fácil ser empleado que empleador. Además, olvidamos que aproximadamente el 45% de los ecuatorianos, en condición de trabajar, hacen parte del mercado informal. Sabemos que el desempleo no sube del 10 – 11%, sin embargo casi la mitad de la población tiene que recurrir a la informalidad gracias al arrogante intervensionismo de los estadistas. Ya conocemos cuales son los resultados.
Mientras unos marchan en la calles, con boinas y banderas rojas que llevan el rostro del mayor representante de la lucha violenta latinoamericana, sosteniendo que el Estado debe ser el único administrador de los medio de producción en nombre de la igualdad, se privilegia enormemente a unos pocos gracias al monopolio estatal sobre petróleo y el control de precio sobre otros hidrocarburos. Es indignante ver como en Huaquillas, a la luz del día llenan camionetas de tanques de gas, y como en el norte de Perú, en unos pequeños quioscos, los buses y furgonetas recargan sus tanques con gasolina a menor precio que el del mercado peruano. Esto es gracias a nuestro dinero.
Si bien podemos moderadamente redistribuir riqueza a través del impuesto para fines sociales, cada vez que el Servicio de Rentas Internas nos visita estamos aportando, no a la educación, salud o seguridad de nuestros hijos, sino a la entidad privilegiada que ha probado ser la mayor fuente de corrupción e ineficiencia del país, el estado ecuatoriano.
Cierto es que tenemos tremendas desigualdades económicas dentro de nuestro país. Lo presenciamos cada rato al salir de la ciudad, o simplemente dando una vuelta por algunas de nuestras calles y avenidas. No podemos negar que tengamos un grave problema social y que sea fuente de los altos índices de violencia, mal nutrición y corrupción en general, pero la solución no es quitar a los ricos para regalar a los pobres. Los pobres continuarían sin producir un centavo y los ricos se vieran desincentivados para continuar aportando al lento crecimiento económico que tiene el país. Tampoco significa que la riqueza esté bien distribuida; no es cuestión de qué tan bien reparta el Estado.
La riqueza no está ni bien ni mal distribuida, el problema es que una gran parte de la sociedad se la ha excluido de las oportunidades de poder crearla; de formar parte del sector productivo del país. Nuestra economía de mercado no es perfecta porque es exclusivista. Se necesita educación y dinero para poder acceder en ella, y por eso pocos sobreviven formalmente en el mercado.
Se ha priorizado el excesivo crecimiento del Estado para crear la llamada economía social de mercado, sin embargo solo se ha entorpecido el alcance de esta a la sociedad. Mediante largas y absurdas tramitologías burocráticas, impuestos atropelladores e infinitos códigos laborales, se ha desarrollado un sistema donde es mucho más fácil ser empleado que empleador. Además, olvidamos que aproximadamente el 45% de los ecuatorianos, en condición de trabajar, hacen parte del mercado informal. Sabemos que el desempleo no sube del 10 – 11%, sin embargo casi la mitad de la población tiene que recurrir a la informalidad gracias al arrogante intervensionismo de los estadistas. Ya conocemos cuales son los resultados.
Mientras unos marchan en la calles, con boinas y banderas rojas que llevan el rostro del mayor representante de la lucha violenta latinoamericana, sosteniendo que el Estado debe ser el único administrador de los medio de producción en nombre de la igualdad, se privilegia enormemente a unos pocos gracias al monopolio estatal sobre petróleo y el control de precio sobre otros hidrocarburos. Es indignante ver como en Huaquillas, a la luz del día llenan camionetas de tanques de gas, y como en el norte de Perú, en unos pequeños quioscos, los buses y furgonetas recargan sus tanques con gasolina a menor precio que el del mercado peruano. Esto es gracias a nuestro dinero.
Si bien podemos moderadamente redistribuir riqueza a través del impuesto para fines sociales, cada vez que el Servicio de Rentas Internas nos visita estamos aportando, no a la educación, salud o seguridad de nuestros hijos, sino a la entidad privilegiada que ha probado ser la mayor fuente de corrupción e ineficiencia del país, el estado ecuatoriano.
Friday, April 13, 2007
Cuestión de referencias, no comparaciones
Escribo esta carta porque siento necesario discrepar públicamente con algunos argumentos que el señor Javier Ponce mencionó en su editorial “los oráculos del no” publicado en el diario el Universo el día Miércoles 11 de Abril de 2007, en la página 6 OPINION. O en el internet:
http://www.eluniverso.com/2007/04/11/0001/21/487B831590FA4A5395069EB2248F9F94.aspx
Javier Ponce ha manifestado que es una gran equivocación de parte de muchos ecuatorianos y ecuatorianas, especialmente de los “oráculos” que promueven el voto del no en la consulta popular, la constante comparación del destino de nuestro país con modelos políticos y económicos que han adoptado otros Estados del mundo. Específicamente se mencionó la falacia de compararnos con los modelos de Corea del Norte, Cuba, Venezuela, Miami, y Chile. Esto para el señor Ponce no hace “otra cosa que profundizar un complejo de identidad que nos vuelve incapaces de ser nosotros” (cita directa de Ponce). Cierto es que una eterna retórica de comparaciones atentaría contra la búsqueda de nuestra autenticidad, sin embargo me parece miope e irresponsable rechazar las innumerables referencias históricas que pueden ayudarnos a tomar mejores decisiones para el Ecuador.
Soy estudiante de Relaciones Internacionales y 50% o más de mi material de estudio consiste en observar y analizar hechos históricos alrededor del mundo y sus efectos en la política, la economía y la sociedad; pienso que esto no es en vano. Muchas de las atrocidades cometidas en la historia de la humanidad, tales como la Primera Guerra Mundial, se han desarrollado principalmente por la falta de estudio y observación, de parte de los políticos, a referencias pasadas. Los países que han tenido éxito han sabido aprovechar las referencias que brinda la historia para utilizarlos de acuerdo con sus condiciones sociales y para evitar fracasos y brutalidades que otros pueblos han sufrido previamente.
En el artículo de Javier Ponce, además, se criticó a la oposición de promover el voto al no sin haber presentando ninguna propuesta alterna. Sin embargo, la consulta simplemente consiste en preguntar al pueblo ecuatoriano si esta de acuerdo o no con la propuesta del presidente Correa. Es irrelevante que haya o no un plan de la oposición, sino estaríamos votando por propuestas y no por el SI o el NO. Estoy seguro de que cada movimiento, partido político e individuo debe tener su propia propuesta para el país, pero el domingo 15 de Abril nos han convocado únicamente para aprobar o no la del gobierno.
http://www.eluniverso.com/2007/04/11/0001/21/487B831590FA4A5395069EB2248F9F94.aspx
Javier Ponce ha manifestado que es una gran equivocación de parte de muchos ecuatorianos y ecuatorianas, especialmente de los “oráculos” que promueven el voto del no en la consulta popular, la constante comparación del destino de nuestro país con modelos políticos y económicos que han adoptado otros Estados del mundo. Específicamente se mencionó la falacia de compararnos con los modelos de Corea del Norte, Cuba, Venezuela, Miami, y Chile. Esto para el señor Ponce no hace “otra cosa que profundizar un complejo de identidad que nos vuelve incapaces de ser nosotros” (cita directa de Ponce). Cierto es que una eterna retórica de comparaciones atentaría contra la búsqueda de nuestra autenticidad, sin embargo me parece miope e irresponsable rechazar las innumerables referencias históricas que pueden ayudarnos a tomar mejores decisiones para el Ecuador.
Soy estudiante de Relaciones Internacionales y 50% o más de mi material de estudio consiste en observar y analizar hechos históricos alrededor del mundo y sus efectos en la política, la economía y la sociedad; pienso que esto no es en vano. Muchas de las atrocidades cometidas en la historia de la humanidad, tales como la Primera Guerra Mundial, se han desarrollado principalmente por la falta de estudio y observación, de parte de los políticos, a referencias pasadas. Los países que han tenido éxito han sabido aprovechar las referencias que brinda la historia para utilizarlos de acuerdo con sus condiciones sociales y para evitar fracasos y brutalidades que otros pueblos han sufrido previamente.
En el artículo de Javier Ponce, además, se criticó a la oposición de promover el voto al no sin haber presentando ninguna propuesta alterna. Sin embargo, la consulta simplemente consiste en preguntar al pueblo ecuatoriano si esta de acuerdo o no con la propuesta del presidente Correa. Es irrelevante que haya o no un plan de la oposición, sino estaríamos votando por propuestas y no por el SI o el NO. Estoy seguro de que cada movimiento, partido político e individuo debe tener su propia propuesta para el país, pero el domingo 15 de Abril nos han convocado únicamente para aprobar o no la del gobierno.
Sunday, March 11, 2007
Entre la democracia y un autoritarismo plebiscitario
Democracia. Doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno. 2. Predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado.
Si bien esta definición, bastante concreta, del diccionario de la Real Academia de la lengua española (año 2001) que manifiesta una importante participación ciudadana dentro de la acción política, pienso que puede ser complementada con algo esencial para una democracia. Esto es un sistema de contrapesos que evita la acumulación de poder del Estado en una sola persona o en una sola cúpula privilegiada. Sin embargo no es raro escuchar a personas decir, “lo que necesita el Ecuador es un dictador bueno,” o peor todavía, “lo que se necesita es un Pinochet.” ¿Existen dictadores buenos? ¿Y por qué una democracia de contrapoderes es mejor que un autoritarismo, incluso si es bien intencionado?
Sin importar de qué supuesta tendencia o ideología, el autoritarismo concentra todo el poder del Estado en un sector tremendamente reducido de la sociedad. Esto se lo hace en nombre del pueblo, del progreso, de la justicia, hasta en nombre de Dios en algunos lugares del mundo. Asimismo tiene éxito en sociedades mesiánicas y paternalistas donde los gobiernos anteriores han probado ser ineficientes, corruptos y distantes al pueblo. Tengo el presentimiento de que ahora en el Ecuador, y en otros lugares de América Latina, el autoritarismo esté comenzando a seducir a los ciudadanos, irónicamente, en nombre de la democracia y la voz popular.
En las innumerables épocas de crisis política en los últimos 28 años de gobiernos electos los ecuatorianos nos hemos cuestionado si este sistema en verdad logra satisfacer la demanda de la ciudadanía. El día de hoy el país indudablemente atraviesa nuevamente un escenario de incertidumbre y de nuevo nos preguntamos si es este el tipo de gobierno que anhelamos. Mi preocupación esta en que muchos ecuatorianos y ecuatorianas han interpretado la palabra democracia como un sistema en donde únicamente el Estado ejecuta lo que la mayoría piensa ser correcto, y están dispuestos a rendir sus libertades individuales por ello; es aquí donde más peligra lo poco de democracia que tiene el Ecuador.
Actualmente sí existen contrapoderes institucionalizados. Cierto es que el poder ejecutivo, el legislativo y el judicial han probado ser inmensamente corrompibles pero por lo menos garantizan una mejor distribución de poder que cualquier experimento autoritario. Además de estos tres existe otro contrapeso: la opinión pública. Esta se divulga a través de los medios de comunicación (siempre y cuando haya libertad de prensa y expresión), a través de las manifestaciones, y a través de movimientos sociales y políticos. Por más desgastados que estén estos contrapesos, permiten a los ciudadanos de diferentes géneros, etnias, religiones, y pensamientos políticos a expresarse sin el miedo y sin el peligro que reina en gobiernos de cortes fascistas y autoritarios. ¿Por qué fascistas? Porque persiguen y promueven altivamente la satanización y deshumanización de todo individuo que opine diferente a lo que el gobierno le convenga. Así lo hizo Hitler en Alemania, Stalin en la Unión Soviética, Mao en China, Pinochet en Chile, Masera y Videla en Argentina, Somoza en Nicaragua, Batista y después Castro en Cuba, Chávez en Venezuela, en fin, un sinnúmero de dictadores. Ciertamente algunos han sido peores que otros y talvez no se los pueda hacer una comparación, no obstante todos se asemejan en que han querido subjetivamente establecer reglas y normas para convencer a los ciudadanos acerca de qué es ser patriota.
Ahora en el Ecuador, la democracia que tenemos (por más corrompida que esté) de contrapesos y de una mediana libertad, ha pasado a un segundo, o tercer, puesto de preferencia entre muchos ciudadanos. En vez de esto, se ha popularizado una idea de democracia mucho más autoritaria y popular que garantice cambios radicales de inmediato. Talvez, como antes mencioné, esto se debe al fracaso de nuestros gobiernos pasados y porque cada vez nos dejamos convencer en que democracia consiste solamente en satisfacer a la mayoría. Pero si la democracia fuera así, no se necesitarían ni leyes ni constituciones, sino solamente plebiscitos y consentimientos de una masa eufórica. Esto en la realidad no es nada más ni nada menos que un despotismo mayoritario, o un autoritarismo plebiscitario en palabras más refinadas. ¿Por qué despotismo? Porque no necesita de leyes ni reglas de juego, y gestiona arbitrariamente lo que el gobierno central dicte. En este caso depende de los juicios de una mayoría, dentro de un plebiscito, una muchedumbre o una asamblea, que supone representar las verdaderas necesidades de un pueblo tan diverso como es el del Ecuador.
¿Por qué el autoritarismo es malo? Si bien es un juicio de valor decir que tal sistema de gobierno es bueno o malo, este atenta contra la integridad física y emocional de sus ciudadanos mucho más que las democracias. Esto se debe a la falta de libertades políticas e individuales por ser un régimen fascista por naturaleza. En países autoritarios ruedan más cabezas y retienen a más presos políticos que en democracias donde existen contrapoderes, donde sí se acepta el hecho que exista diversidad en opinión. ¿Por qué el despotismo mayoritario es malo? Además de ser autoritario de por sí, este no respeta a minorías y se deja seducir fácilmente por discursos populistas y mesiánicos.
Es un buen momento para preguntarse qué tipo de Ecuador queremos para nosotros y para nuestros hijos. Pienso que todos tenemos el derecho de ejercer nuestra vida del modo que creamos ser el mejor y de opinar de la manera que nos parezca las más apropiada. Esto sin atentar contra la integridad y propiedad de otras personas. Afortunadamente en este país todavía lo podemos hacer hasta un cierto punto, pero si nos dejamos persuadir a través de propuestas cómodas, mesiánicas, paternalistas y autoritarias, que además de engañarnos discriminan a los que tienen el derecho de pensar diferente, estaremos cultivando para nuestros hijos los cimientos de una sociedad intolerante, absolutista y mediocre.
Una democracia donde existan plenas libertades de expresión y de ser auténtico como individuo solamente se la puede concebir distribuyendo el poder del Estado a diferentes contrapesos. Esta filosofía de país sí es más saludable y participativa que aquella mano dura de la cual muchos esperan cómodamente obtener resultados (o más bien engaños) prontos y radicales. Un Ecuador sin privilegios de poder para la minoría gobernante, sin discriminación para las oposiciones y la divergencia de pensamiento, y sin paternalismos a corto plazo es lo que propongo construir. Talvez no sea la metodología más rápida y eficiente para la gestión política, pero estaremos forjando cimientos para una sociedad próspera y libre; un país que proteja ciertos derechos elementales que pocos gozan en el mundo, y que por esto no tienen precio.
Si bien esta definición, bastante concreta, del diccionario de la Real Academia de la lengua española (año 2001) que manifiesta una importante participación ciudadana dentro de la acción política, pienso que puede ser complementada con algo esencial para una democracia. Esto es un sistema de contrapesos que evita la acumulación de poder del Estado en una sola persona o en una sola cúpula privilegiada. Sin embargo no es raro escuchar a personas decir, “lo que necesita el Ecuador es un dictador bueno,” o peor todavía, “lo que se necesita es un Pinochet.” ¿Existen dictadores buenos? ¿Y por qué una democracia de contrapoderes es mejor que un autoritarismo, incluso si es bien intencionado?
Sin importar de qué supuesta tendencia o ideología, el autoritarismo concentra todo el poder del Estado en un sector tremendamente reducido de la sociedad. Esto se lo hace en nombre del pueblo, del progreso, de la justicia, hasta en nombre de Dios en algunos lugares del mundo. Asimismo tiene éxito en sociedades mesiánicas y paternalistas donde los gobiernos anteriores han probado ser ineficientes, corruptos y distantes al pueblo. Tengo el presentimiento de que ahora en el Ecuador, y en otros lugares de América Latina, el autoritarismo esté comenzando a seducir a los ciudadanos, irónicamente, en nombre de la democracia y la voz popular.
En las innumerables épocas de crisis política en los últimos 28 años de gobiernos electos los ecuatorianos nos hemos cuestionado si este sistema en verdad logra satisfacer la demanda de la ciudadanía. El día de hoy el país indudablemente atraviesa nuevamente un escenario de incertidumbre y de nuevo nos preguntamos si es este el tipo de gobierno que anhelamos. Mi preocupación esta en que muchos ecuatorianos y ecuatorianas han interpretado la palabra democracia como un sistema en donde únicamente el Estado ejecuta lo que la mayoría piensa ser correcto, y están dispuestos a rendir sus libertades individuales por ello; es aquí donde más peligra lo poco de democracia que tiene el Ecuador.
Actualmente sí existen contrapoderes institucionalizados. Cierto es que el poder ejecutivo, el legislativo y el judicial han probado ser inmensamente corrompibles pero por lo menos garantizan una mejor distribución de poder que cualquier experimento autoritario. Además de estos tres existe otro contrapeso: la opinión pública. Esta se divulga a través de los medios de comunicación (siempre y cuando haya libertad de prensa y expresión), a través de las manifestaciones, y a través de movimientos sociales y políticos. Por más desgastados que estén estos contrapesos, permiten a los ciudadanos de diferentes géneros, etnias, religiones, y pensamientos políticos a expresarse sin el miedo y sin el peligro que reina en gobiernos de cortes fascistas y autoritarios. ¿Por qué fascistas? Porque persiguen y promueven altivamente la satanización y deshumanización de todo individuo que opine diferente a lo que el gobierno le convenga. Así lo hizo Hitler en Alemania, Stalin en la Unión Soviética, Mao en China, Pinochet en Chile, Masera y Videla en Argentina, Somoza en Nicaragua, Batista y después Castro en Cuba, Chávez en Venezuela, en fin, un sinnúmero de dictadores. Ciertamente algunos han sido peores que otros y talvez no se los pueda hacer una comparación, no obstante todos se asemejan en que han querido subjetivamente establecer reglas y normas para convencer a los ciudadanos acerca de qué es ser patriota.
Ahora en el Ecuador, la democracia que tenemos (por más corrompida que esté) de contrapesos y de una mediana libertad, ha pasado a un segundo, o tercer, puesto de preferencia entre muchos ciudadanos. En vez de esto, se ha popularizado una idea de democracia mucho más autoritaria y popular que garantice cambios radicales de inmediato. Talvez, como antes mencioné, esto se debe al fracaso de nuestros gobiernos pasados y porque cada vez nos dejamos convencer en que democracia consiste solamente en satisfacer a la mayoría. Pero si la democracia fuera así, no se necesitarían ni leyes ni constituciones, sino solamente plebiscitos y consentimientos de una masa eufórica. Esto en la realidad no es nada más ni nada menos que un despotismo mayoritario, o un autoritarismo plebiscitario en palabras más refinadas. ¿Por qué despotismo? Porque no necesita de leyes ni reglas de juego, y gestiona arbitrariamente lo que el gobierno central dicte. En este caso depende de los juicios de una mayoría, dentro de un plebiscito, una muchedumbre o una asamblea, que supone representar las verdaderas necesidades de un pueblo tan diverso como es el del Ecuador.
¿Por qué el autoritarismo es malo? Si bien es un juicio de valor decir que tal sistema de gobierno es bueno o malo, este atenta contra la integridad física y emocional de sus ciudadanos mucho más que las democracias. Esto se debe a la falta de libertades políticas e individuales por ser un régimen fascista por naturaleza. En países autoritarios ruedan más cabezas y retienen a más presos políticos que en democracias donde existen contrapoderes, donde sí se acepta el hecho que exista diversidad en opinión. ¿Por qué el despotismo mayoritario es malo? Además de ser autoritario de por sí, este no respeta a minorías y se deja seducir fácilmente por discursos populistas y mesiánicos.
Es un buen momento para preguntarse qué tipo de Ecuador queremos para nosotros y para nuestros hijos. Pienso que todos tenemos el derecho de ejercer nuestra vida del modo que creamos ser el mejor y de opinar de la manera que nos parezca las más apropiada. Esto sin atentar contra la integridad y propiedad de otras personas. Afortunadamente en este país todavía lo podemos hacer hasta un cierto punto, pero si nos dejamos persuadir a través de propuestas cómodas, mesiánicas, paternalistas y autoritarias, que además de engañarnos discriminan a los que tienen el derecho de pensar diferente, estaremos cultivando para nuestros hijos los cimientos de una sociedad intolerante, absolutista y mediocre.
Una democracia donde existan plenas libertades de expresión y de ser auténtico como individuo solamente se la puede concebir distribuyendo el poder del Estado a diferentes contrapesos. Esta filosofía de país sí es más saludable y participativa que aquella mano dura de la cual muchos esperan cómodamente obtener resultados (o más bien engaños) prontos y radicales. Un Ecuador sin privilegios de poder para la minoría gobernante, sin discriminación para las oposiciones y la divergencia de pensamiento, y sin paternalismos a corto plazo es lo que propongo construir. Talvez no sea la metodología más rápida y eficiente para la gestión política, pero estaremos forjando cimientos para una sociedad próspera y libre; un país que proteja ciertos derechos elementales que pocos gozan en el mundo, y que por esto no tienen precio.
Monday, February 5, 2007
Entre partidos políticos e ideologías
Es difícil decir que en el Ecuador existen partidos políticos. O por lo menos que representen una determinada ideología. Pienso que el partido político debe ser una escuela de pensamiento que pueda generar ideas y soluciones a nuestros problemas políticos, sociales, y económicos; esto dentro de un determinado marco de referencia de metodologia y/o "etica",, osea la IDEOLOGIA. En el Ecuador se ha perdido por completo este concepto. ¿Donde quedaron las ideologías? todos son populistas, eso tienen en común. La "izquierda", la "derecha" ¿existen? ¿qué son en la realidad? ¿Por qué tenemos tantos partidos y movimientos, supuestamente de la misma ideología? Será que no son nada mas que grupos de interés que utilizan el "partido" como herramienta para incidir en la acción política. Así permite la ley.
También pienso que esto esa la causa principal de porque el Ecuador no tiene politicas determinadas de Estado. Hoy queremos incentivar la inversión extranjera, después nos cerramos. Un día decidimos emplear a millones de personas para entidades públicas, y ahora no sabemos cómo librarnos del poder de los sindicatos y del peso del gasto público. Improvisando políticas, de acuderdo a que conviene en en el momento y nada a largo plazo. No existe un marco de referencia ideológica para nuestros políticos una vez que llegan al poder. Llegan gracias a la máquina electoral y llegan sin lineaje y sin dirección, a un Estado sin lineaje y sin dirección. No llegamos a constuir políticas de gobierno, y peor políticas de Estado. Lamentablemente hemos crecido en un escenario que escaza modelos existosos ¿Cómo rescatar el concepto de ideología? Escuelas de pensamiento que genere líderes y no caudillos, visiones y no malabares políticos circumstanciales. Talvez ese es el problema de nuestros partidos políticos.
También pienso que esto esa la causa principal de porque el Ecuador no tiene politicas determinadas de Estado. Hoy queremos incentivar la inversión extranjera, después nos cerramos. Un día decidimos emplear a millones de personas para entidades públicas, y ahora no sabemos cómo librarnos del poder de los sindicatos y del peso del gasto público. Improvisando políticas, de acuderdo a que conviene en en el momento y nada a largo plazo. No existe un marco de referencia ideológica para nuestros políticos una vez que llegan al poder. Llegan gracias a la máquina electoral y llegan sin lineaje y sin dirección, a un Estado sin lineaje y sin dirección. No llegamos a constuir políticas de gobierno, y peor políticas de Estado. Lamentablemente hemos crecido en un escenario que escaza modelos existosos ¿Cómo rescatar el concepto de ideología? Escuelas de pensamiento que genere líderes y no caudillos, visiones y no malabares políticos circumstanciales. Talvez ese es el problema de nuestros partidos políticos.
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